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    Abordaje farmacológico de la ansiedad en perros

    La ansiedad en perros es un trastorno etológico que está presente diariamente en las consultas rutinarias de cualquier clínica veterinaria. Por eso es importante su conocimiento y el estudio de sus distintas vías terapéuticas, entre ellas, la farmacológica. 

    Principios fisiopatológicos de la ansiedad

    La ansiedad es una respuesta emocional frente situaciones que se perciben e interpretan como amenazas. Los estados relacionados con la ansiedad son uno de los principales trastornos del comportamiento que ocurren en perros.1 

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    Las alteraciones del comportamiento en los perros representan un serio problema que amenaza la propia integridad física del perro y el bienestar general tanto del animal como de sus dueños lo que frecuentemente pone en riesgo la permanencia del perro en su hogar. Estos problemas, mayoritariamente corresponden a un desequilibrio neuroquímico desencadenado por elevados niveles de ansiedad.1

    Sustancias como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina tienen papeles fundamentales en el manejo del miedo, estado de alerta y reacciones psicomotrices que desencadena el animal como respuesta al estímulo en cuestión. 

    Por otro lado, el estrés provoca una activación del sistema nervioso central (SNC) y del eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, produciendo en este último caso variaciones en los niveles de síntesis de cortisol en estos pacientes, de tal manera que está siendo estudiado que esta sustancia sea utilizada como marcador de bienestar animal.

    Los problemas de conducta tienen origen multifactorial, donde la alimentación, el entorno, el papel del propietario y la propia genética afectan al comportamiento del animal:

    • Etapa de la vida:3 dependiendo del momento de la vida del animal donde reciba estímulos sensoriales fuera de su ámbito conocido tendrá diferentes consecuencias. Un ejemplo de esto es la variación en la síntesis de neurotransmisores como la serotonina en perros que han sufrido situaciones estresantes en su periodo neonatal, o la mala habituación a estímulos durante el periodo de sociabilización en pacientes que fueron separados de su madre con un mes de vida. 

    • Razas: en diferentes estudios se han intentado clasificar a las diferentes razas según su comportamiento. No obstante, este tema siempre ha estado sujeto a controversia ya que el perfil del propietario y factores ambientales, como la manutención en el hogar, son influyentes en su interacción.3

    • Sexualidad: la incidencia de conductas agresivas en machos es proporcionalmente mayor que en hembras, debido a la actuación de los andrógenos sobre el comportamiento.4 

    • Alimentación: un correcto sustento de nutrientes permitirá un funcionamiento del SNC óptimo y una interacción con el ambiente adecuado. Así pues, hay compuestos en la dieta como el L-triptófano, precursor de la serotonina, o la casozepina que modulan el estado de ánimo de los individuos que la ingieren.5 

    Tratamiento: manejo farmacológico

    En primer lugar, la sintomatología reflejada por los pacientes y sus historiales clínicos son necesarios para el establecimiento de un diagnóstico, donde será necesario registrar aquellas conductas compatibles con la ansiedad en perros en ambientes controlados y no controlados, y se podrán realizar pruebas serológicas, como la medición de la concentración de cortisol, para complementar dicho diagnóstico.

    En cuanto al tratamiento, el manejo farmacológico, nutricional y etológico son indispensables. Son ramas distintas de terapia que deben de ser pautadas conjuntamente para garantizar el éxito clínico, existiendo diferentes pautas para cada individuo.

    Relativo al tratamiento médico, existen diferentes grupos farmacológicos que, según su diana terapéutica, son capaces de modular la ansiedad en los perros, como es el caso de las benzodiacepinas (diazepam o clonazepam) o los barbitúricos.7 A continuación hablaremos de los efectos de los distintos ansiolíticos para perros.

    Las benzodiacepinas actúan potenciando la acción neuroinhibitoria del GABA, que directa o indirectamente inhibe la entrada de Ca2+, y aumenta la conductancia al K+ y la permeabilidad del cloro que hiperpolariza la neurona y disminuye su excitabilidad. Las benzodiacepinas se combinan con los lugares reguladores del GABA, facilitando las uniones del GABA por lo que se establecen sus efectos: ansiolíticos, hipnótico o sedante, anticonvulsivante y relajante muscular. Estos efectos ocurren en todo el sistema nervioso central, cabe señalar que los efectos sobre la conducta se deben a su acción sobre el hipotálamo y el sistema límbico. Son ansiolíticos para perros con un inicio de acción rápido, pero de duración variable, en función del fármaco.1

    Las benzodiacepinas de semivida plasmática superior a 12 horas (acción larga), tienen como problema la tendencia acumulativa con la administración repetida, con las consecuencias de sedación excesiva; en cambio manifiestan en grado mínimo los efectos de la retirada (insomnio de rebote, ansiedad, agresividad, síndrome de abstinencia), porque la lentitud de eliminación compensa la suspensión brusca del tratamiento. Por otro lado, las de semivida plasmática eficaz inferior a 12 horas (acción corta), minimizan los cuadros de sedación y somnolencia residual, pero concurren con el problema del efecto rebote. Por ello la selección entre acción larga o corta debe basarse en una evaluación del riesgo para cada caso en particular.1

    Por otra parte, según Kim et al., el tratamiento con feromonas de apaciguamiento puede ayudar en la terapia del perro con ansiedad.8

    En último lugar, la administración de productos nutracéuticos ricos en triptófano es otra posibilidad de tratamiento. No obstante, es recomendable emplear estos productos, al igual que en el caso de las feromonas, como complemento al protocolo terapéutico, ya que su nivel de eficacia es más reducido.

    Conclusiones

    El uso de sustancias moduladoras del SNC como tratamiento para la ansiedad en perros es eficaz y se está extendido dentro del acto clínico veterinario. Además, puede ser complementado con feromonas y nutracéuticos que modulen la reacción del paciente con el entorno, mejorando así su estado de salud y calidad de vida.5 

    Referencias:
    1. Ibañez Talegón M., Anzola Delgado B. (2009). Guía Farmacológica de las benzodiacepinas en el tratamiento de desórdenes relacionados con la ansiedad en perros. Revista Complutense de Ciencias Veterinarias, 3(1): 62-71. 
    2. Luño Muniesa I. (2017). Bienestar en la especie canina. Valoración de la percepción en el ámbito veterinario y estudio de la relación de la conducta de alimentación con el estrés y las emociones. Universidad de Zaragoza. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=202228
    3. Le Brech S. (2013). Diferencias individuales en comportamiento y respuesta de estrés en perros. Universidad Autónoma de Barcelona. Disponible en: https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/129092/slb1de1.pdf?sequence=1&isAllowed=y
    4. Damián J.P., Ruiz P., Belino M., Rijo R. (2011). Etología Clínica y Agresividad Canina en Montevideo: Implicancia de las Razas y el Sexo. Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento, 3(2):19-28.
    5. Mariotti V.M., Amat M., Hervera M., et al. (2009). Factores ambientales implicados en el control de la conducta del perro y del gato: alimentación, manejo y ejercicio. Clin. Vet. Peq. Anim, 29 (4): 209-215.
    6. Vale C. (2016). Fármacos que actúan sobre los receptores de GABA y glutamato. En: Botana LM. Farmacología veterinaria. ed. Panamericana, 153-174.
    7. Pineda González S. (2017). Utilización de la combinación de benzodiacepinas con un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, y utilización del oligoelemento litio en el tratamiento de los trastornos de ansiedad y agresividad en perros. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en: https://eprints.ucm.es/44211/1/T39059.pdf
    8. Kim Y.M., Lee J.K., Abd el-aty A.M., et al. (2010). Efficacy of dog-appeasing pheromone (DAP) for ameliorating separation-related behavioral signs in hospitalized dogs. Can Vet J, 51:380–384.

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