Leishmaniasis en gatos. Etiología, síntomas, diagnóstico y tratamiento
Introducción
La leishmaniasis es una enfermedad causada por un protozoo intracelular del género Leishmania spp y transmitida por vectores del género Phlebotomus spp.
Los perros se consideran el principal reservorio para el parásito, pero la leishmaniasis felina es actualmente una enfermedad emergente. Los gatos pueden ser infectados por las mismas especies de Leishmania que los perros. Se han identificado 5 especies dentro del género leishmania que afectan a los gatos: Leishmania mexicana, Leishmania venezuelensis, Leishmania braziliensis y Leishmania amazonensis han sido descritas en países de América y Sudamérica; y Leishmania infantum, que ha sido descrita tanto en el continente Americano como en Europa .Esta última es la especie más descrita tanto en perros como gatos en los países mediterráneos.(1)
En los Países del sur de Europa como España, Italia, Portugal y Grecia la seroprevalencia es alta (12,2%). En las regiones endémicas como los paises del área del Mediterráneo, la forma subclínica de la enfermedad por L.Infantum es la presentación más común, mientras que la forma clínica es relativamente infrecuente. Los Phlebotumus spp. son capaces de alimentarse de la sangre de los gatos. Por lo tanto los gatos infectados en áreas urbanas pueden actuar como reservorios de Leishmania spp.(1,2).
En los gatos la infección puede ser promovida por situaciones que comprometan la funcionalidad del sistema inmunitario. En esta situaciones se contemplan(1,3):
- Enfermedades (Diabetes, neoplasias)
- Tratamientos con inmunosupresores
- Coinfecciones con otros agentes inmunosupresores como el Virus de la Leucemia y el Virus de la Inmunodeficiencia Felina(FIV).
Para determinar la coinfección de Leishmania spp. con Toxoplasma gondii, virus de la inmunodeficiencia felina (FIV) y virus de la leucemia felina (FeLV) se llevó a cabo un estudio en una población de gatos de una zona endémica para leishmaniasis visceral, hallando una asociación positiva en la coinfección de Leishmania y FIV pero no con T. gondii ni FeLV. Es muy probable que el sistema inmunitario del gato sea capaz de controlar la infección de este parásito, ya sea eliminándolo o bien manteniéndolo en un estado crónico subclínico. Sólo en una minoría de gatos, probablemente con sistema inmunitario comprometido, aparece la enfermedad.(3)
Leishmaniasis en gatos: síntomas
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Forma cutánea: es la más frecuente. Una de las presentaciones cutáneas más frecuentes es la dermatitis nodular, caracterizada por nódulos dérmicos subcutáneos indoloros y de localización predominantemente en la cabeza y en las extremidades anteriores y posteriores (almohadillas).
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La dermatitis erosiva-ulcerativa se caracteriza por lesiones ulcerativas-costrosas localizadas en cabeza, cara y cuello, en almohadillas plantares o con distribución simétrica bilateral en carpos, codos, tarsos o tuberosidad isquiática.En contraste con la Leishmaniosis Canina, en los gatos es poco frecuente observar dermatitis exfoliativa.
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Forma Mucocutánea: caracterizada por la aparición de nódulos de tamaño variable localizados en cabeza (Párpado, nariz, labios) o en la zona distal de las extremidades. En general son pequeños de menos de 1 cm, no dolorosos ni pruriginosos con una superficie normal, ulcerada o alopécica.
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Formas oculares: las formas oculares son también muy frecuentes, habiéndose descrito desde blefaritis granulomatosa, conjuntivitis y queratitis, hasta uveítis unilateral (es la lesión ocular más frecuente) que puede evolucionar a panoftalmitis.
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Formas sistémicas generalizadas: la diseminación generalizada del parásito es poco frecuente. En aquellos casos clínicos afectados puede implicar lesiones en el bazo, hígado, riñones y linfonodos. Se puede observar linfadenomegalia regional o generalizada, que aparece en un porcentaje elevado de casos. Entre los signos sistémicos más frecuentes se señalan apatía y anorexia.
Diagnóstico de la leishmaniasis en gatos
Se deben de llevar a cabo las siguientes pruebas complementarias:
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Examen citológico de muestras procedentes de las lesiones cutáneas, de las mucosas, de los linfonodos aumentados de tamaño y/o de órganos hematopoyéticos (hígado, bazo y médula ósea).
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Biopsia cutánea para tinción convencional (H&E) e inmunohistoquímica.
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Serología para la cuantificación de los anticuerpos anti leishmania. En el caso de alta sospecha y títulos de anticuerpos bajos o incluso seronegativo se aconseja realizar técnicas moleculares (PCR) para descartar la enfermedad.
La serología como una prueba de confirmación de la infección podría subestimar el diagnóstico de leishmaniasis en gatos. Además, es altamente probable que exista una enfermedad subyacente o concurrente por lo que se deberán realizar pruebas básicas de laboratorio, incluyendo hemograma, bioquímica, urianálisis y proteinograma del suero.
Tratamiento de la leishmaniasis
No hay estudios sobre el tratamiento de elección de la leishmaniasis en gatos. El tratamiento se basa en los protocolos más usados en perros. De lo publicado, podría inferirse que los mejores resultados se obtienen administrando alopurinol a dosis de 10 mg/kg/12 h o 20 mg/kg/24 h, hasta la curación clínica. En algunos casos n-metil-meglumina a dosis de 50 mg/kg/24 h o 25 mg/gato/12 h, durante un mes.
Prevención
Debido a la ausencia de estudios de las vacunas contra la Leishmania spp. en gatos, la mejor estrategia para su prevención es el uso de insecticidas tópicos. Sin embargo, la mayoría de piretroides como la permetrina y la deltametrina son tóxicos en gatos.
Recientemente ha salido al mercado un collar con matriz de polímero que contiene una combinación de imidacloprid al 10% y flumetrina al 4,5% indicado para el uso en gatos en la prevención de la picadura del flebotomo y de las infestaciones por garrapatas. Se elaboró un estudio con el objetivo de valorar la eficacia de este collar para la prevención de la leishmaniasis felina.
El collar fue efectivo para reducir la infección por L. infantum en gatos, constatando que es una herramienta útil para controlar la leishmaniasis felina en áreas endémicas. A destacar que los niveles de infección detectados en el grupo control (25%) fueron mayores que los previamente reportados en otros estudios en la zona (15%) y similares a los de leishmaniasis canina (27%).
El collar demostró ser seguro para su uso en gatos. Durante las primeras semanas se registraron algunas reacciones locales, concretamente irritación de la piel causada por el roce mecánico del dispositivo, lo que se solucionó espontáneamente tras aflojar levemente el collar en la mayoría de los casos. Otra característica del collar es el sistema de liberación de seguridad que lo hace muy indicado para gatos callejeros o con acceso al exterior puesto que ayuda a prevenir situaciones que pongan en riesgo la vida del gato.
Bibliografía