Deshidratación en perros. ¿Mayor riesgo de parvovirosis canina?
El parvovirus canino tipo 2 es un virus de la familia parvoviridae y del género protoparvovirus. Es un virus de DNA monocatenario que se empezó a identificar a finales de 1970 surgiendo probablemente de una variación genética del virus relacionado con la panleucopenia felina (FPV) que le permitió adaptarse para sobrevivir dentro del perro. Rápidamente consiguió mutar hasta ser reemplazado por la variante CPV-2a que es la más frecuente actualmente.
El virus se replica principalmente en los tejidos con actividad mitótica más activa, como por ejemplo la médula ósea, los órganos linfoides y las criptas intestinales, lo que explica la clínica de la infección. La afectación por parvovirus causa principalmente vómitos, diarrea con sangre, fiebre y deshidratación. También se ha descrito la afectación miocárdica en perros jóvenes, sobretodos en recién nacidos y con menos de tres meses de edad. La supervivencia de los perros afectados es baja sin tratamiento, siendo del 95% en perros tratados.
En cuanto a los factores de riesgo, hay pocos estudios publicados que describen los mismos. De hecho hasta 2015 solo se habían publicado tres estudios centrados en Europa. Los pocos estudios que se han realizado1 han descrito hasta la fecha los siguientes factores de riesgo: Estado inmunitario del perro, ambientes poco higiénicos para el perro, presencia de determinados parásitos y la edad del perro. Otros factores menos descritos en la literatura incluyen la estación del año, el sexo y la raza del perro, describiendo la mayor incidencia de la enfermedad en puras razas. Las razas en la que se han descrito más frecuente enteritis por parvovirus han sido: Rottweilers, Doberman Pinschers, Springer Spaniels, American Pit Bull Terrier y Pastor Alemán.
Dado la falta de estudios sobre los factores de riesgo en 2015 se realizó un estudio centrado en Portugal que analizó en los perros con signos y síntomas sugestivos de infección por parvovirus canino los siguientes datos: raza, peso, edad, sexo, condiciones de domicilio, estado de vacunación, presencia de tratamiento antihelmíntico previo, estación del año y diversos signos clínicos (vómitos, deshidratación, estupor, temperatura y coloración mucocutánea) para correlacionarlos después con la presencia o no de la enfermedad. Se incluyeron un total de 209 perros que habían consultado en clínicas veterinarias y hospitales de todo el territorio de Portugal, incluyendo las islas (Azores y Madeira).
Inicialmente analizaron las muestras observando cuántos de los perros con signos y síntomas eran positivos para la infección por parvovirus y cuántos no. Los datos mostraron una alta prevalencia: El 77% fue positivo para parvovirus. Posteriormente realizaron un análisis del resto de variables y el estatus de enfermedad. Se encontró una asociación entre las siguientes variables:
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Edad. Los perros desde 3 meses hasta 12 meses se observaba más frecuencia de la enfermedad. Dado que la enfermedad es más frecuente en perros jóvenes, se investigó la baja prevalencia de la enfermedad en perros menores a 3 meses, concluyendo que era menos frecuente porque recibían anticuerpos de la madre a través de la dieta, gracias al calostro. Aún así, en los perros afectados con menos de tres meses la enfermedad era más grave, dado la mayor prevalencia de afectación miocárdica.
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La temperatura. En los animales que tenían fiebre, se observó mayor prevalencia de la enfermedad.
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Tratamiento antihelmíntico previo. Aquellos perros que presentaban tratamiento antihelmíntico previo tenían menor predisposición a la enfermedad. Esto concordaba con estudios que demostraban que la presencia de parásitos intestinales se asociaba con la presencia del a enfermedad y con su gravedad.
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Época del año. Los perros durante los meses cálidos y el verano se mostraron más frecuentes a tener la enfermedad por parvovirus.
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Estupor y deshidratación. En cuanto a los signos clínicos que mostraron una correlación positiva con la enfermedad, la deshidratación era el que con más frecuencia se asociaba con la enfermedad, no relacionándose la gravedad de la diarrea con la misma.
Sin embargo, en el estudio encontraron que ni la raza ni el estado de vacunación del perro se mostraron como factores de riesgo para la enfermedad, lo que contradice a estudios previos y requiere de más análisis para acabar de investigar el rol que tienen en la patogenia de la enfermedad.
Así pues, dado las importantes tasas de positividad para parvovirus en la población seleccionada (77%) podemos concluir que esta infección es un motivo de consulta frecuente en las clínicas veterinarias. Por ello, hay que prestar atención e intentar modificar los factores de riesgo para la misma. Dentro de los signos clínicos, que suelen ser los más fáciles de modificar, el que más fuertemente se asociaba con la enfermedad era la deshidratación canina; por lo que para evitar poner en mayor riesgo de padecer la enfermedad al animal hay que tener una correcta gestión de los vómitos y de las diarreas. En muchos casos necesitaremos de suplementos para su manejo. Además, para evitar los factores de riesgo clásicamente descritos hay que prestar atención a un correcto ambiente del animal (higiene en domicilio) junto una nutrición adecuada que permita un correcto estado inmunitario.
1- Godsall, S.A., Clegg, S.R., Stavisky, J.H., Radford, A.D., Pinchbeck, G., 2010. Epidemiology of canine parvovirus and coronavirus in dogs presented with severe diarrhoea to PDSA PetAid hospitals. Vet. Rec. 167 (6), 196-201