VT_Tematica_Traumatologia_detail.jpg VT_Tematica_Traumatologia_detail.jpg
  • Tiempo de lectura: 3 mins

    Displasia de cadera en perros: tratamiento

    La displasia de cadera es motivo frecuente de consulta. A pesar de su fuerte componente genético puede verse influida por factores externos como peso, dieta y ejercicio.

    La displasia de cadera es la condición ortopédica más diagnosticada en perros, con una prevalencia de hasta un 71% en las razas afectadas. Al ser una enfermedad poligénica, tiene un modelo complejo de herencia; múltiples factores externos modifican la expresión de la predisposición, afectando a la forma en la que se manifiesta y a su severidad. Por otra parte, la displasia tiene mayor prevalencia en razas de tamaño grande y en perros de crecimiento rápido.1

    Causas

    La causa exacta de la displasia de cadera no se conoce, siendo su definición es “un grado variable de laxitud en la articulación de la cadera que conduce inevitablemente a la osteoartritis”. La expresión fenotípica de un perro con predisposición genética es la laxitud de ligamentos, hacia donde se enfoca tanto el diagnóstico temprano y las técnicas de detección como los procedimientos quirúrgicos en pacientes jóvenes. Sin embargo, la laxitud de ligamentos es necesaria pero no suficiente, por sí sola, para el desarrollo de la displasia.

    Guía Osteoartritis canina: herramientas de prevención y tratamiento

    Es por tanto que, en el desarrollo de la osteoartritis, adquieren importancia la raza y las variables individuales, la tolerancia al grado de laxitud, el tipo y la incidencia.1

    La prevalencia de la displasia es muy variable entre diferentes razas. En general, las razas de tamaño grande tienen más predisposición a desarrollar displasia, así como los machos castrados. Las razas específicas de las que se sabe que tienen más riesgo de displasia son: Boyero de Berna, Retriever de chesapake, Pastor alemán, Golden retriever, Labrador retriever, Terranova, Pastor inglés, Rottweiler, San Bernardo y Samoyedo.1

    Diagnóstico

    Como en cualquier patología es fundamental llevar a cabo una correcta y completa anamnesis. Así en los pacientes jóvenes, los síntomas incluyen dificultad para levantarse tras el reposo, intolerancia al ejercicio y cojera intermitente o continua. Cuando el animal madura, pueden aparecer otros signos atribuibles al dolor de la articulación de la cadera.2

    En lo referente a la exploración, los hallazgos físicos en estos pacientes incluyen dolor durante la extensión, rotación externa y abducción de la articulación de la cadera y musculatura pelviana poco desarrollada. En la exploración de la cadera bajo anestesia general se aprecia aumento de la laxitud de las articulaciones de la cadera, que se demuestra porque los ángulos de reducción y de subluxación son anormales. Muchos perros jóvenes mejoran espontáneamente cuando crecen después de un tratamiento conservador.2

    Los hallazgos en la exploración física en los animales más mayores incluyen dolor cuando se extiende la articulación de la cadera, disminución del rango de movimiento y atrofia de la musculatura pelviana. Generalmente, no se detecta laxitud de la cadera debido a la respuesta fibrosa proliferativa, pero puede apreciarse crepitación cuando se manipula la cadera.2

    Guía Osteoartritis canina: herramientas de prevención y tratamiento

    En cuanto al diagnóstico por imagen, La proyección radiológica estándar que se utiliza para diagnosticar la displasia de cadera es la proyección ventrodorsal de la pelvis con las extremidades anteriores extendidas simétricamente y giradas hacia dentro para centrar las rótulas sobre los surcos trocleares. Para realizar estas radiografías, el animal debe estar bajo sedación profunda o anestesia ligera para eliminar la tensión muscular. Otra técnica usada para diagnosticar la displasia es la artroscopia, que permite observar directamente la lesión del cartílago, los desgarros de los ligamentos y la lesión del rodete articular acetabular.2

    Tratamiento

    El tratamiento médico depende de la edad del paciente y su incomodidad, los hallazgos físicos y radiológicos. Las dos opciones disponibles actualmente son tratamiento conservador o quirúrgico. La cirugía está indicada en los pacientes más mayores cuando el tratamiento conservador no es eficaz, o en los pacientes jóvenes que van a dedicarse a actividades deportivas. El tratamiento conservador se divide en fases a corto plazo y a largo plazo, y sirve como método de prevención. Al principio, estos pacientes deben tratarse de un esguince agudo. El reposo absoluto es imprescindible, y debe durar entre 10 y 14 días.2

    A largo plazo, controlar el peso es el aspecto más importante. El animal debe pesarse todas las semanas y hay que determinar su ingesta calórica. Una dieta baja en grasas y proteínas es una buena opción. El ejercicio (p. ej., nadar y los paseos largos) es importante para mantener el peso adecuado. La actividad intensa sólo debe permitirse durante períodos cortos y después de un calentamiento adecuado. Sólo deben administrarse antiinflamatorios cuando sea necesario 2

    El tratamiento quirúrgico depende de la edad del paciente:2

    • En los cachorros de menos de 20 semanas de edad, puede realizarse la sinfisiodesis pubiana juvenil para modificar el crecimiento de la pelvis y el grado de ventroversión del acetábulo.
    • En los perros inmaduros, hay que decidir pronto si se va a realizar una osteotomía pelviana.
    • La sustitución completa de caderaes una técnica muy avanzada. Se considera una intervención de salvamento en la que la articulación coxofemoral se elimina y se sustituye porque no puede repararse. Suele realizarse cuando ya no se pueden mantener la funcionalidad de la extremidad y la calidad de vida del paciente.

    Un diagnóstico precoz es clave para facilitar un buen pronóstico y evitar posibles complicaciones.

    Descarga el informe: Dermatitis atópica canina

    Referencias bibliográficas:
    1. King M. D. (2017). Etiopathogenesis of Canine Hip Dysplasia, Prevalence, and Genetics. The Veterinary clinics of North America. Small animal practice, 47(4), 753–767.
    2. Fossum T.W. et al. Cirugía en pequeños animales (3ª ed, 2009). Cap.33, 1233-1238. Elsevier España.